
Ser pescador de pesca artesanal en l’Estartit supone llevar un estilo de vida marcado por el esfuerzo, la constancia y una profunda conexión con el mar. Cada jornada comienza muy temprano, antes de que despunte el alba, cuando el pescador se prepara para salir del puerto con su barca. En la quietud de la madrugada, mientras el pueblo aún duerme, él se dirige hacia la boya que señala su punto de pesca, el lugar donde caló las redes el día anterior.
Allí, con paciencia y destreza, empieza a recoger el trasmallo, una red tradicional compuesta por varias capas que permite capturar distintas especies de peces. A medida que va saliendo del agua, el pescador separa cuidadosamente las capturas, retirando los peces uno a uno para evitar dañarlos. Luego los coloca en cajas con agua y hielo, asegurando así que se conserven en las mejores condiciones posibles hasta su llegada a tierra.
Cuando ha terminado la faena en el mar, toma rumbo de regreso al puerto de l’Estartit. Una vez allí, amarra su embarcación y clasifica el pescado por tamaño y especie. Después, el producto se prepara para ser trasladado a la lonja de Palamós, donde será subastado y distribuido, garantizando que el fruto de su trabajo llegue fresco a los mercados y restaurantes de la zona.
Pero la jornada del pescador no termina ahí. Por la tarde, cuando el sol empieza a caer, vuelve a embarcarse para calar de nuevo las redes en el mar, dejándolas listas para el día siguiente. Este ciclo diario de madrugadas, mar y esfuerzo refleja la esencia de la pesca artesanal: una labor que combina tradición, respeto por la naturaleza y un profundo conocimiento del entorno marino, transmitido de generación en generación.
